lunes, 17 de agosto de 2015

Holanda en mi Corazón


Amsterdam

No era por volar esa sensación de vacío en el estómago, era por finalmente llegar a Holanda. Durante el vuelo trataba con todas mis fuerzas recordar mis pocas clases de holandés y los nombres de todos allá. Tuvimos suerte, porque el vuelo fue bastante bueno y casi sin darnos cuenta habían pasado 11 horas, y ya solo esperábamos las maletas; la sensación en el estómago volvió y el poco holandés que sabía ¡se me había olvidado!  
Cuando viajo, la misión de la llegada es siempre acostumbrarse al horario lo más pronto posible, así que después del cálido recibimiento de la familia en el aeropuerto, fuimos de visita a la abuela del Mel y a la casa de su hermana y padres. Los nervios de este primer encuentro se fueron rápidamente al recibir tanto cariño; hasta las miradas y sonrisas tímidas de los sobrinos ayudaron. Era mi primera noche en Zaandam, pero en la cena, me di cuenta que todos nos reíamos y conversábamos como si éste, fuera un reencuentro nada más.
Zaanse Schans - Monet
Al día siguiente fuimos a Zaanse Schans, un museo al aire libre en Zaandam donde se conservan casas y molinos de viento, algunos hasta con 200 años de historia. La mayoría de estos molinos y casas están habitadas o se han convertido en tiendas y talleres; aquí pudimos ver como se hacen los zuecos (y no, suecos como yo había pensado. Así tiene más sentido el nombre de estos zapatos en realidad…); los quesos, mostaza, especias, dulces y galletas... hmm. Este lugar no parece real; los campos, puentes, canales así como las casas y molinos de madera con techos de teja y paredes de color verde parecen algo salido de algún cuento o alguna pintura. Hay una torre donde se logra ver todo el museo, eso es, si es que el viento tan fuerte te deja.
Zaanse Schans
Zaandam fue mi primera experiencia en Holanda; ésta originalmente era una ciudad industrial, llena de molinos y especializada en la construcción de botes, dicen que hasta el zar ruso Pedro el Grande y Monet vivieron un tiempo ahí. Muchas veces, cuando visito algún lugar nuevo, vienen a mi mente lugares y experiencias anteriores con las que puedo comparar, pero aquí no tenía nada. Todo era nuevo y emocionante para ver y conocer; quería que cada lugar me sorprenda y me dé nuevas emociones: los canales, el rio, los botes, los puentes elevadizos, las bicicletas, las casas que parecían casas de muñecas, todas ordenadas, pero a veces un poco chuecas… caminar por las calles de piedra y sentarse en la plaza a tomarse una cervecita, para mí, era conectarme con las raíces que sostienen a mi esposo y conocer un poco más de su historia.  Él a su paso me regalaba anécdotas, historias, sonrisas; pero por sobre todo, comida, que le traía más de un recuerdo y mucha alegría.
Cada día había algo nuevo para conocer, fuimos a una zona rural en Twisk y visitamos un puerto cercano; ahí nos esperaba más encuentros familiares y cálidas  bienvenidas. Aunque llegamos muy tarde para visitar el castillo, estuvimos muy entretenidos con el paisaje y viendo como los botes llegaban y salían de este inmenso lago.
Puerto cerca a Twisk
Estando tan cerca de Amsterdam, era muy difícil no visitar esta mágica ciudad varias veces. Las palabras me quedan cortas para describir lo que sentí cuando llegué por primera vez aquí; vuelves al pasado, te enamoras, te sorprendes, quieres estar ahí para siempre… eso, hasta que escapas de que una bicicleta te ¡atropelle! En mi vida había visto tantas bicicletas, en movimiento o parqueadas, las encuentras en todos lados, las calles, los puentes, jardines, parqueaderos. Las manejan todo tipo de personas y de toda edad, gente de traje, vestidos de fiesta; con mascotas, compras o carteras…
En fin, nosotros siempre elegíamos caminar por esta hermosa ciudad, recorrer maravillada este laberinto de calles, puentes, canales, botes y casas unas pegadas a las otras; parecería que cada una de ellas concursaba por ser la más angosta, la más encantadora, la más coqueta, la más original, la más bailarina o la más pintoresca.
Caminando y en bicicleta (que nunca hicimos) no es la única forma de moverte y conocer, también pudimos ver otras zonas turísticas de la ciudad en el recorrido del bote o en un tranvía muy antiguo.  Coincidencia o no, el barrio que más me
gustó fue De Pijp, ese era el antiguo barrio de mi esposo y me encantó porque me dio una sensación diferente: sencillez, bohemia, diversidad. Mucha gente diferente sentada en los cafés; disfrutando del parque o haciendo sus compras por el mercado en la calle. Un momento, cerré mis ojos y me imaginé ahí, viviendo fácilmente.
Nuestro paréntesis de Holanda fueron cinco días de visita en Alemania a mi hermana y cuñado. Después de manejar varias horas llegamos a Bretzenheim en Mainz, ahí estábamos rodeados de casas pintorescas, todas llenas de flores y calles serpenteantes. Nos encantó navegar por el Rin y ver la zona de viñedos suspendidos en las montañas  junto a castillos y casas muy antiguas. Subimos por esas montañas y pudimos ver el hermoso paisaje de la zona, realmente valió la pena el dolor de piernas y el cansancio al final. Conocimos muchos pueblitos muy lindos y turísticos de la zona, siempre acompañados del rio, botes, sonrisas, historias, familia y por supuesto buenos vinos y cerveza.
Vista Rin
De vuelta en Holanda, la siguiente parada era el pueblito pesquero de Volendam, con callecitas angostas, casas de cuento de hadas, los botes, playa y muchas tiendas; entre esas, una en la que nos alquilaron los trajes típicos de este lugar para una foto.  Ahí recordaba algunas fotos que mis papis se tomaron cuando visitaron este lugar y me dio emoción, porque aunque en tiempos distintos, pude compartir ese lugar con ellos.
Volendam
Desfile Schagen
Holanda, país bajo, de tierra plana, largos canales y de gente alta tiene tanto que dar; a pesar de ser un país pequeño, tiene naturaleza por donde se mire, flores, vacas y campos cultivados; ese era el paisaje que nos rodeaba cuando viajábamos camino a la costa.  Schagen era el primer lugar donde llegamos y nos sorprendió un mercado artesanal de la calle con mucha gente que esperaba el desfile de los trajes típicos de varias zonas de Holanda.  Fue muy entretenido ver los diferentes pueblos y su forma de vestir; las carrozas, caballos, coches, zuecos y bailes. Sin duda estábamos de vuelta en el pasado.
Muchos recuerdos traían a la mente de mi esposo y sus padres cuando llegamos a la playa, recuerdos de sus propias infancias y de su vida en familia. Miré alrededor y ese paisaje ya me era familiar: playa, viento, césped, la única diferencia era que el sol si calentaba y aunque el mar estuvo frio, sentir la arena tibia al caminar era delicioso.  Otra vez estaba visitando el Mar del Norte, la primera vez que fui, nunca pensé que volvería.
Holanda - Costa
Nuestro tour por este país estaba por terminar, además de las últimas visitas y despedidas, sólo nos quedaba conocer Rotterdam, una ciudad muy grande que grita modernidad y orden por donde se la mire; edificios altos, amplias y organizadas calles, así como un puerto enorme.  Pocas son las zonas históricas que le quedan a esta ciudad, ya que después de la ocupación nazi y bombardeos que sufrió esta ciudad, mucho de su arquitectura antigua fue destruida.  Aunque disfruté mucho de esta ciudad y su futurismo, creo que prefiero el ‘desorden’ de la historia y la estrechez del espacio que sentí en Amsterdam…
Los reencuentros con la familia propia y ajena fueron el denominador común de este viaje; ahora regreso a mi hogar contenta y agradecida por la generosidad, hospitalidad que recibí.  Holanda, país bajo, de tierra plana, largos canales y de gente alta, has llenado mi corazón.