martes, 13 de diciembre de 2011

Paris - Give & Take


Bajo la Torre Eiffel

Con un poco de nostalgia me despedí; le dije que la extrañaría y ella, aunque con un poco de indiferencia, me dijo ‘nos volveremos a ver’.  
Yo sé que algún día nos volveremos a ver, Paris.
Era una mañana de primavera, el reloj en ese día, decide todos los años avanzar una hora. Eso significaba -cuando llamaron por teléfono a nuestra habitación del hotel ¡que estábamos tarde para el check out! 
A ninguno de nosotros se nos ocurrió pensar en esto…
Salimos del hotel un poco desaliñados y con nuestras maletas hechas al apuro; tomamos el metro hacia el centro donde mi amigo Ben nos esperaba para recorrer Paris.  Era una mañana fría y aunque en la tele decía que iba a llover, tuvimos un cielo despejado.  Los árboles de la ciudad se veían tristes, algunos desnudos y grises; otros parecían ya sin vida. Éramos cinco, mi hermana menor, su novio, una amiga de ellos del colegio; Ben -a quien había conocido en Quito cuando visitaba América Latina con su papá- y yo.  

Mientras evitábamos pisar los charcos, de la lluvia de días anteriores, todos conversábamos y nos reíamos animadamente. Los temas eran variados; uno de ellos era la historia de mis papis cuando visitaron Paris; eso, conectado con las fotos de sus viajes solo nos hizo reír a mi hermana y a mí. Ellos viajaban en tours con todo planificado, parecían modelos de revista; con la mejor ropa y gafas, super hiper modernos.  Nos reímos porque nosotros parecíamos pordioseras a comparación, un tanto despeinadas –no puedo decir sucias, pero como no nos habíamos bañado o cambiado la ropa del día anterior, así nos sentíamos- 
No teníamos plan. Dos días antes, salimos en un auto rentado desde Alemania -donde mi hermana vive- reservamos un hotel por internet; hablé con Ben para coordinar nuestro encuentro; hicimos sánduches para el camino y salimos para Paris. Decidimos recorrer las carreteras rurales, primero para evitar pagar un montón de euros en los peajes y después para poder conocer más del paisaje.  Recorrimos pueblitos en Alemania y Bélgica antes de llegar a Francia.  Después de repetir varias veces los pocos cd’s que llevábamos; al llegar a Paris encendimos la radio y escuchamos una canción -que poco después se convirtió en la bandera de nuestro viaje- por la frecuencia con que la escuchamos, durante ese fin de semana:
I'm a new soul
I came to this strange world
Hoping I could learn a bit 'bout how to give and take

Estábamos en la parte moderna de la ciudad, muchos altos edificios, autos y muchas luces. Nos perdimos varias veces en esta coqueta ciudad -un poco difícil de entender- hasta que finalmente después de muchas vueltas, llegamos a la estación de metro donde nos encontraríamos con Ben, a quien no había visto en un año. 
Nuestra primera caminata por el romántico Paris, fue en la noche -hacía mucho frio- pero eso no impidió que disfrutemos cada paso y veamos maravillados los muchos e increíbles edificios de esta ciudad.  Llegamos a la Île de la Cité, donde se dice que se asentó por primera vez la tribu celta Parisii; mientras tanto Julio Cesar luchaba con un famoso líder galo para adueñarse de la ciudad. Se sentía increíble pisar por estas angostas y empedradas calles, donde tanta historia había sucedido: todos los edificios y casas parecían importantes o que guardaban algún misterio indescifrable.  

Caminamos por el puente nuevo hasta una plaza donde probamos nuestro primer crepe de azúcar. El dueño del lugar fascinado con nosotros, quiso probar su español- nadie se atrevió a decirle que lo que había dicho no tenía sentido; solo le sonreímos y agradecimos por la crepe.
Al día siguiente -después de lo sucedido en el hotel- fuimos a conocer todo lo que un visitante quiere ver en esta ciudad; la avenida más hermosa del mundo: los Campos Elíseos, el Arco del Triunfo, Montmartre, la Iglesia del Sagrado Corazón, la Casa de la Opera Garnier, El barrio Latino, La Alcaldia, La Iglesia de Notre Dame y claro está, la torre Eiffel en donde disfrutamos un show espontaneo de‘Tecktonic’. Una batalla de grupos, todos vestidos con colores neon y peinados super locos. Nuestra idea de lo fachosos que estábamos ese día, cambió un poco aunque, cuando buscaba buenas fotos para esta entrada se podrán imaginar lo poco que encontré...

En la noche, agotados fuimos a la casa de Ben la que está ubicada en el centro de la ciudad –en una calle peatonal. Por un segundo me sentí como si estuviera en algún cuento de la literatura romántica francesa: la calle siempre invadida de gente, muchas tiendas especializadas; la panadería, quesería, charcutería y verdulería. Esa noche nuestro hospitalario guía nos preparó la cena; probamos deliciosos vinos y quesos, jamones y aceitunas. Mi boca y estomago estaban felices y satisfechos. 

A la mañana siguiente nos sorprendió una aburrida e inmutable llovizna,  la que nos obligó a buscar refugio y que mejor, hacerlo en el museo del Louvre.  En realidad recorrimos muy poco en las muchas horas que estuvimos ahí; había tanto que ver y tanto que aprender. 
No quería regresar; quería pasar más tiempo en sus calles, en su arquitectura, en su historia, en sus sabores, en su idioma y en su gente, pero tuvimos que despedirnos. 
Regresamos a Alemania con mucho más de lo que habíamos esperado. 
Cuando Ben y su padre llegaron al Ecuador -por recomendación de unos amigos en común con mis papis- yo recorrí Quito con ellos y les mostré sus alrededores encantada. Nunca pensé en realidad, que el favor se me iba a devolver. 
Mi alma se sintió renovada después de esta experiencia –como dice la canción- a pesar de que a veces este mundo puede parecer un lugar extraño, la gente con su amabilidad, te puede sorprender.
Algún día te volveré a ver Paris –en un día de sol tal vez.

New Soul – Yael Naim

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me encantoo Andreina!!!! Que chevere!!!!!!!!!!!! Te felicito!!!!!!!!!!!!!
Daniela H.

Andrea Flores dijo...

Me encanta que te encante!!! Gracias