lunes, 24 de diciembre de 2012

Pedro y el Fin del Mundo



Cuando tenía cinco años escuché en no sé dónde, que el mundo se iba a acabar en el año 2000.  Hice mis cálculos y con la seguridad de que iba a desaparecer junto a este hermoso planeta a la edad de 23, no pude dormir con tranquilidad por muchos meses.

Mucho tiempo pasó y cuando llegaba la hora cero para que ocurra esta desgracia, muchos anunciaban por la tele, la radio el internet que los planetas se alinearían en este año y ocurriría muchos terremotos, erupciones y otras cosas terribles.  También se hablaba del espantoso Y2K en el que un virus atacaría a todas las computadoras y harían que el mundo colapse. Y bueno, como no podía faltar, los religiosos anunciaban el día del juicio final… uff!

Recientemente anunciaron que el 21 de diciembre del 2012 íbamos a tener tres días de oscuridad total y que ninguna forma de electricidad iba a funcionar, a no ser que tengas velitas bendecidas (¡?).  También decían por ahí que según los sabios Mayas y sus cálculos, el mundo iba a acabar en el 2012. Ahora estamos en 24 de diciembre y puedo decir orgullosa que soy una sobreviviente de muchas desgracias y de tanto fin de mundo anunciado, este año no se acaba aún, pero dudo mucho que nuestro planeta decida desaparecer todavía.

 Desde siempre me han enseñado que no hay peor cosa que la mentira; mi mamá nos leía la historia de “Pedro y el Lobo” para que entendamos que a la primera mentira que te cachen, ya nadie te va a creer después.  Ahora yo digo, ya no les creamos más a estos Pedros que anuncian el fin del mundo desde las épocas de Cristo o antes. Mejor, vivamos en nuestros pequeños mundos haciendo felices a los demás y sintiéndonos agradecidos de continuar sobreviviendo a tanta desgracia y cosa terrible que anuncian y vemos por ahí.

¡Disfruten de sus familias, amigos, trabajo, amor, salud, dinero, felicidad, tranquilidad y éxitos!
Feliz Navidad y mis mejores deseos para Uds. Este año que viene.
Andrea

martes, 1 de mayo de 2012

Las Puertas de Europa

En mi paso me he encontrado y he cruzado muchas puertas.  Muchos mundos se me han descubierto; se han abierto lugares y liberado emociones, sonrisas y experiencias inesperadas.
Este mes, viajando por España, Alemania y Francia, atravesé esas grandes puertas de piedra; vestigios de épocas antiguas en las que se dividían las fronteras entre las ciudades y países con ellas; resguardando así la seguridad de su gente. Las fotos que me he tomado bajo o cerca a ellas me dice que ahora no son más que símbolos e hitos arquitectónicos.  Ahora es casi imperceptible el instante que se cruza una frontera entre un país y otro, no se diga entre las ciudades.
-Si solo así funcionara en todo el mundo-
Sin embargo entiendo el sentimiento de proteger y cuidar lo que es tuyo para que nadie más lo dañe. Creo que abrir las puertas de tu casa a los extraños no es fácil, por eso admiro mucho a esta gente, donde los pasaportes son documentos casi innecesarios.
Acueducto de Segovia

España  
Me subí en el taxi y le pedí que fuera lo más rápido posible.  Dejé atrás el trabajo y las responsabilidades; creo que en la locura de cambiarme de ropa, terminar de empacar y llegar al aeropuerto, dejé atrás otras cosas importantes – pero ya nada pude hacer.

Las esperas, las filas y los aviones no me molestan, son parte del proceso de llegar. Sin embargo después que la maleta de mi mama salió ‘sorteada’ para ser revisada por la policía y después de esperar mil horas para llegar al avión, yo ya estaba agotada. Este viaje recién empezaba.

Llegamos a Madrid y todo bien, muy bien en realidad, mi mami y yo no paramos de reírnos durante el viaje y tuvimos largas e interesantes conversaciones. Pasamos por seguridad para encontrarnos con nuestra primera cara familiar, mi hermana. ¡Que felicidad!

Salimos del aeropuerto con el primo; ese que ninguna de nosotras conocía, pero que con quien la familiaridad no se podía negar.  Esta hermosa familia Flores nos abrió las puertas de su casa con mucha generosidad y cariño.   Durante varios días ahí fueron nuestros anfitriones y guías turísticos; estaremos siempre agradecidas por todo, pero en especial por no dejarnos descansar, ni un solo día. "Con el entrenamiento de caminata, ya pueden hacerle fácil competencia a Jefferson Pérez" (Cita textual de uno de los primos)

Nuestro primer día en la sierra de Madrid, vimos paisajes con los que fácilmente podría acostumbrarme a ver todos los días: montañas, un poco de nieve y muchos árboles.  Estaba despejado y tuvimos mucho sol durante todo nuestro camino hasta Segovia. Un pueblo donde lo primero que nos encontramos fue un acueducto gigante, con más de cien arcos hechos de piedra y sin ninguna amalgama.  Era una ciudad celta, la cual pasó a manos romanas, luego a la de los moros y finalmente a las de los cristianos; habitada ampliamente por judíos quienes trajeron las industrias textiles y mucho dinero a estas tierras. Fue nombrada Patrimonio de la Humanidad por la cantidad de construcciones históricas, entre esas el acueducto Romano y el Alcázar de Segovia, palacio de los Reyes de Castilla. 


 
Segovia
A nuestro regreso conocimos el centro de Madrid, vimos mucho de la arquitectura de la ciudad y algunos de los puntos de interés. Pero en realidad, cuando pienso en esta ciudad, pienso en las tapas y los vinos que compartimos esa noche; los locos con los que nos encontramos en el camino, los churros, abanicos y las risas, sobretodo las risas. 

Algo me decía que teníamos que conocer Toledo, sabía que ese lugar era parte importante de este viaje. Llegamos, y una alegría increíble invadió mi corazón, eran esas sensaciones infantiles –como cuando te encuentras un juguete que creías perdido. Parecía como que había encontrado el lugar donde dejé alegres recuerdos y vivencias. Seguramente, ahí jugaba con Rocinante y junto al Quijote y Sancho perseguía gigantes… Esta desconocida ciudad, trajo a mi memoria recuerdos y experiencias que por siempre los había tenido olvidados.

Plaza Zocodover - Toledo
Esta fue la capital de España antes que llegaran los moros. También es ciudad Patrimonio por toda la historia que ahí hay, pero por sobretodo, porque en la Edad Media experimentaron una época de tolerancia religiosa, donde los judíos, musulmanes y cristianos convivieron en paz.  Se podía ver en todas las edificaciones la influencia de las tres religiones; se sentía como un lugar mágico al que siempre estaría dispuesta a volver.  Para llegar a la parte histórica atravesamos la Puerta de Bisagra y encontramos unas calles tan angostas, pintorescas y confusas las cuales nos llevaron a descubrir lugares y edificaciones increíbles. El perderse en estas callecitas fue solo parte de la aventura. 

Mientras mi mami recitaba a Arcipreste de Hita, nosotras admirábamos obras del Greco y nos encontramos curioseando en muchos almacenes de espadas (que nos recordaron a nuestra infancia – mis papis habían estado ahí hace mucho tiempo y llevaron un set de espadas con las que jugábamos siempre, aunque era algo prohibido).

Sagrada Familia
Para culminar este recorrido por España, llegamos a la bella Barcelona, ciudad de leyendas y mitos; fundada por Hércules y diseñada coquetamente por genios arquitectos modernistas y un poco zafados -la verdad- Caminamos todos los días, por muchas horas, sin llegar a conocer todo lo que queríamos conocer. Porque esta ciudad a cada paso que dábamos nos ofrecía tanto; lugares que nos distraían y dejaban perplejas; edificios llenos de detalles, iglesias y parques.  Tanto que ver -nos faltó las horas y a veces hasta la energía para seguir.  Muchas veces por llegar muy temprano o muy tarde tuvimos la suerte que las puertas de algunos de estos lugares se abrían mágicamente para nosotras y podíamos ver cosas que nunca pensamos ver.

Las obras de Gaudí, el barrio Gótico son las cosas que mas me llamaron la atención de esta ciudad. Los balcones, las angostas calles y la amabilidad de la gente con la que nos encontramos -a pesar de toda la mala fama que habíamos recibido de ellos- Me gusta irme de algún lugar con ganas de volver. Algún día lo haremos para continuar la aventura en este hermoso país, tan lleno de historia y magia.

Alemania
Puerta de Brandenburgo
Otro aeropuerto, otras esperas y muchas filas después, llegamos a Berlín; ciudad que despertaba mucha emoción en mi.  Con muchas maletas y sonrisas, mi mami y yo esperábamos en el bus a nuestra propia guía en la ciudad, mi hermana (y con ella, los boletos).  El bus cerró sus puertas y mientras avanzaba a la siguiente parada, nos dimos cuenta que nuestra guía favorita no estaba con nosotras. 

Manteniendo la calma (jajá) trate de contactarla para ver donde la encontrábamos – Después de varios buses y otras esperas, en un frio que pocas veces había experimentado; finalmente nos encontramos.  Llegamos a un departamento en un edificio construido en 1920: techos muy altos, amplias habitaciones y grandes vitrales, por donde miles de colores se logran colar.  Abrimos una gran puerta de madera para entrar a un mundo familiar: era la casa de una amiga de mi hermana a quien habíamos visto siempre durante sus años de adolescencia.

Ni el frio penetrante, ni la ocasional llovizna lograron pararnos; llegamos hasta muchos lugares en esta enorme ciudad en donde todo parece hecho para gigantes. La impresionante puerta de Brandemburgo nos recibió, con muchos turistas y artistas que buscan un poco de dinero por su arte.  Nos enamoramos de esta ciudad, aunque no de su clima; hacia tanto frio que sentíamos que nuestras orejas y rodillas se iban a ¡desprender de su lugar!

Después de ver los restos de una historia dolorosa que vivió esta ciudad; el muro y sus divisiones, memoriales, plazas y museos, llegamos al mercado de Hackerscher donde la ciudad cobra vida y lo hace con personalidad y actitud.  Nos gustó esta parte de la ciudad donde los edificios y calles contaban más de mil historias (algunas con inscripciones o placas y otras con información más actual que podíamos ver en nuestros teléfonos) y se mezclaban con las artesanías, comida de diferentes partes del mundo y hasta famosas trabajadoras de la zona.

Estamos seguras que esta ciudad nos engañó para que nos perdamos muchas veces y conozcamos más de su historia, ¿o sería todo un plan de nuestra guía? Berlín nos sorprendió y despertó muchas emociones. Berlín nos dio frio, lluvia y hasta nieve, nieve en primavera. Aunque sin la ropa adecuada, disfrutamos de cada segundo de esta experiencia.

Finalmente, nuestros días de nómadas terminaron cuando aterrizamos en Stuttgart. Allí nos esperaba  nuestro hogar alterno en Alemania, donde la familia Bechtle.  El frio nos acompañó durante todos los días que estuvimos ahí, pero por alguna razón, ya no nos importaba.  Fuimos a monasterios muy antiguos, ferias de Pascua y probamos los vinos de la zona.  Paseamos por la Selva Negra, visitamos la ciudad de Strassbourg en Francia, donde pudimos impregnarnos de un poquito del aire romantico Francés. Pero lo mejor de todo, fue el reencontrarnos con amigos no vistos en mucho tiempo y compartir con ellos estos días felices.

Strassbourg
En este mundo, donde las puertas sirven para poner distancia y cuidar lo propio; en nuestro paso por Europa, muchas puertas se nos abrieron sin esperar. Puertas en las ciudades y países; puertas en hogares y hasta puertas de iglesias y museos.  Nuestros pasaportes fueron innecesarios para este paso, lo único que pudimos entregar fue nuestro cariño, sonrisas y mucho agradecimiento.


jueves, 19 de enero de 2012

Los Nombres del Viento: Mar del Norte

Parecía como si me hubiera equivocado de escenario. El viento helado que silbaba suavemente en mis oídos -ese que penetra hasta los huesos y debilita los pasos- el largo pasto sobre las colinas y los venados, no concordaban con el resto del paisaje: cielo azul, amplia playa con arena blanca, parasoles a rayas azul y blancas y grandes faros de color ladrillo en la distancia.  

Me acostumbré a que el viento golpeara mi cara como miles de agujas; mis pies no paraban de pedalear y la rapidez con la que mi bicicleta avanzaba me hacía recordar cuando en mi infancia, salía con mi hermana mayor a pasear con las bicis. No volábamos, pero así se sentía. 
Estábamos en el Parque Nacional de Wattenmeer -Mar del Norte- en la isla de Norderney. De vez en cuando, cerraba mis ojos e imaginaba que era una de las gaviotas que volaban sobre ese mar azul de blancas arenas y me dejaba llevar.

Fer, Andre, Sven y yo habíamos salido el día anterior desde Bremen, donde no sólo pude conocer a los originales -y a otros nuevos y más creativos- músicos de Bremen; así como probar el famoso chocolate con mazapán, ¡delicioso! (Hachez). En fin, viajamos por la carretera hacia el norte, donde el paisaje después de varias horas de recorrerlo se vuelve increíblemente aburrido: planicies verdes; otras amarillas con trigo y eventualmente (con suerte) alguna casa.  Nunca había dormido tanto en un viaje en auto, desde que era niña, tal vez.

En la noche llegamos hasta el pueblo de Norden, donde buscamos un lugar para descansar.  La casa era de una señora mayor que rentaba un par de habitaciones a los turistas, que al igual que nosotros, esperan el ferri de la mañana para cruzar a la isla de Norderney. Con la luz del sol, pudimos apreciar mejor el paisaje de esa zona: grandes casas, con techos de color café que casi tocaban el suelo y que parecían hechos de lana; largo pasto -inclinado hacia donde soplara el viento- y el mar de fondo.
Después de un buen desayuno, tomamos el ferri hacia la isla, donde por suerte pudimos conseguir un hostal (era temporada alta). Había mucha gente en las calles, mesas con parasoles y almacenes para que los turistas adquieran recuerdos de la isla. En las calles se puede ver muchas bicicletas; al parecer, el uso de los autos era restringido en la isla (era mi mundo ideal). Las calles parecían un set de película, todo tan perfecto y limpio, casi irreal.

Así como los esquimales tienen varias palabras para describir los diferentes estados de la nieve, la gente de las islas del norte tiene muchas palabras para describir los diferentes tipos de vientos que soplan ahí. Llegamos a la parte más alta de la colina, donde estaba el gran faro y un molino enorme; ahí el viento soplaba tan fuerte que parecía que nuestras bicicletas se levantaban del piso. Como siempre, yo, fascinada por las palabras; pasé mucho tiempo tratando de entender y sentir la diferencia del viento al tocar mi piel. Creo que diferencié a dos: uno fuerte y otro que no lo era tanto…

Norderney significa la ‘nueva isla del norte’, antes del siglo XVI esta isla no existía; o más bien dicho existía, pero en otro lugar y con otra forma. Las fuertes corrientes marinas la hicieron desaparecer un día y nuevamente la volvieron a crear. Sonaba como un milagro, esta historia que Sven me contaba. Dicen que hay una época del año -a cierta hora- en la que el agua del mar baja tanto, que puedes caminar hasta llegar a las islas vecinas de Baltrum y Juist -la sola idea de que el mar podría regresar mientras se estuviera caminando, me aterraba. A la vez que me fascinaba el pensar que algo tan inmenso, como ese mar o como esta isla, de repente pudieran desaparecer.
La fina arena, blanca y fría, se sentía como pisar sobre la nieve; era realmente una sensación extraña: descalzas y cubiertas con cuanta ropa teníamos, mi hermana y yo conversábamos y nos reíamos mientras los chicos intentaban meterse al mar. Refugiadas en estos parasoles azul y blanco, tratábamos de protegernos de los vientos helados (los fuertes y los que no lo eran tanto).
Después de que una gaviota arranchara -en pleno vuelo- el único pedazo de chocolate que quedaba en mi mano (además de hacernos morir de la risa) me hizo pensar en cómo las cosas en un segundo pueden desaparecer. Supuse que siempre hay que aprovechar cada segundo de las experiencias que ponen sonrisas en nuestras caras. Este segundo era uno de ellos.
El escenario seguía siendo discordante: playa, mar, amigos, cervezas, luces, largo césped y conejos que corrían rápidamente para evitar nuestra presencia. Es refrescante saber que existen lugares en este mundo, tan especiales y tan diferentes a lo que siempre he estado acostumbrada ver
Creo que por eso, no me cansa la idea de empacar y volar; de sentir como el viento me lleva hacia espacios no imaginados. De aprender nuevas palabras, sensaciones y costumbres. No me canso de caminar y conocer sitios nuevos. No me canso de conversar con la gente que encuentro en estos lugares y conectarme con sus historias, su música y su comida.
Cuando esto sucede, mi privado mundo desaparece –al igual que el gran mar del norte- y me hace aterrizar en mundos vecinos. Al regresar, mi mundo siempre parece más grande que antes.
Sin embargo, reconforta saber que el mar siempre regresa a su lugar; me gusta regresar a casa donde todo es familiar y cómodo -donde todo concuerda-  Me gusta saber que en casa, nada cambia  (yo sí un poco, tal vez), pero mi gente sigue siendo mi gente y mi lengua permanece igual.
No hay nada mejor, después de un vuelo de libertad, que volver a donde tus pies se enraízan en segundos; donde tu corazón se ata a los demás sin pensar… eso, hasta que tus pies deciden que es tiempo de volver a pedalear tan fuerte, que el viento toque tus alas y te lleve hasta otros escenarios, esos que concuerdan y a los que no también. 

Norderney
Esta canción me hizo reir, pero el video está bien.