domingo, 25 de septiembre de 2011

Las 3 Pes: Plata, Pasaje y Pasaporte


Como siempre decía mi papá, cuando viajes prepara las 3 Pes: plata, pasaje y pasaporte.  Parecía que estábamos listos para la aventura, era la primera vez que viajábamos juntos -tan lejos y por tanto tiempo-  

En mi cabeza rondaban muchas preguntas superfluas; mientras la azafata pasaba por los asientos repartiendo bebidas, yo solo pensaba si el roncaba o si no nos íbamos a matar después de un mes de convivencia. 
Llegamos a Worthing; mi acento gringo siempre desconcertaba a todos los ingleses con quienes me encontré; todos comentaban sobre 'mi país' y como siempre habían querido visitar ‘The Great Cannyon’ – yo también, les decía irónicamente-. Creo que muy pocos se percataban después de eso, que no era de los Estados Unidos.  Soy de Ecuador les decía, hablando lento y muy claro. Al parecer la geografía no era su fuerte. 

Todos eran muy amables conmigo y por alguna razón sentían la necesidad de explicarme más cosas de las que necesitaba saber, cosas muy personales de la gente o simplemente comentarios que no se hacen a extraños.  Enseguida me di cuenta que los pueblos pequeños son grandes infiernos en cualquier lado del mundo.

Una mañana me desperté con una gran sorpresa sobre mi cama, era una nota que decía: ‘nos vamos a Turquía, prepara una maleta pequeña’ – nada borró mi estúpida sonrisa todo ese día-
Llegamos al aeropuerto de Dalaman donde habían tres ventanillas: Países de la Comunidad Árabe, Países de la Comunidad Europea y Otros; esta última fue en la que me ubiqué, a pesar que Ecuador no estaba en la lista de países escritos ahí. Cuando entregué mi pasaporte al oficial, éste lo analizó con mucho cuidado y curiosidad. Después de varios minutos me preguntó si era un pasaporte de verdad.  Pensé que tal vez no había entendido su pregunta debido a que su inglés era muy malo, pero no, él me aseguró que Ecuador era una línea y no un país. Gracias a Dios alguien con un mapa apareció a su lado. Con su avergonzada sonrisa me pidió disculpas y salimos de ahí con la cuenta del taxi cubierta por el aeropuerto por el inconveniente.

¡Qué país tan interesante y mágico! todo, desde los olores hasta la música era como flotar sobre el cuento de mil y una noches.  Las calles llenas de gente; las tiendas que llenaban de colores y dulces aromas nuestro camino; las miradas y sonrisas de la gente; la deliciosa comida; los tejidos y artesanías, los rezos públicos – todo invadía mis sentidos – Sin contar con el insoportable calor que hacía.  Una mañana, después de desayunar fuimos al puerto y tomamos un bote que nos llevaría a conocer las islas de alrededor y el hermoso paisaje de Anatolia.  Disfrutábamos del sol y el aire salado acostados en la cubierta, cuando finalmente me levanté, la parte superior de mi bikini cayó al suelo junto  con mi sonrisa y serenidad.  El broche, que era de plástico, se derritió bajo el sol. Pase muerta del calor usando la gigantesca camiseta de mi novio, que amablemente me prestó. Puedo asegurar que después de este momento éramos la pareja más popular y conocida del bote. 
Cada vez que pienso en este viaje no puedo evitar sonreír, no solo porque fue una experiencia increíble, si no por las cosas tan inesperadas que vivimos.  Una madrugada, durmiendo en nuestro hotel, alguien entró en nuestra habitación y se robó mi mochila. Por suerte mi pasaporte y mucho del dinero que traía, estaban en el bolsillo de la falda que había estado puesta el día anterior.  Vino el dueño del hotel y la policía a tomar las huellas digitales de la habitación; teníamos un grupo de 6 personas quienes trataban de imaginarse como había podido suceder eso en un segundo piso del hotel. Después de muchas preguntas y horas de trámite, finalmente recibí el informe de la policía - que era lo que yo necesitaba para el seguro de viajes- y para mi sorpresa, mi mochila apareció en un parqueadero, aunque vacía.

Después de esta gran aventura fuimos a Londres por una semana -una semana increíble- conocimos muchos lugares y mucha gente interesante.  Soportamos el día mas caliente de la historia de Inglaterra en los últimos treinta años, tanto así, que como habíamos ido de compras para la cena y las dejamos dentro del auto: una botella de aceite de oliva hirvió y explotó ahi dentro. Tuvimos que comprar toallas y muchos periódicos para poder limpiar el auto y continuar nuestro viaje.    Un  extraño olor a comida italiana invadió nuestras ideas todo el camino.
Pasamos por muchos pueblos y visitamos grandes castillos; nuestro destino final de ese día fue un pueblo del Peak District muy pequeño, pero encantador, se llamaba Castleton. Ahí tuve la más extraña sensación: yo ya había estado ahí alguna vez -en otra vida tal vez- Reconocí caminos y sabía exactamente donde estaba la iglesia y otros lugares del pueblo.  La cara de asombro y extrañeza de mi compañero de viaje no se comparaban con mi cara de asombro y extraña sensación en mi estómago.  -Nunca se habló o menciono este episodio del viaje-.  El verde de los alrededores, el silencio y las ovejas negras pastando en las montañas nos dejaban sin aliento y sin nada que decir por muchas horas de viaje. Disfrutamos cada segundo del paisaje y de las paredes de piedra hechas como rompecabezas. Esto  nos hizo pensar en un poema de Robert Frost, ‘Mending Wall’ que ambos conocíamos. 


Before I built a wall I’d ask to know
What I was walling in or walling out,
And to whom I was like to give offence.
Something there is that doesn’t love a wall,
That wants it down.

Una de las frases que mas me han gustado en la vida, es de este autor “Nunca destruyas una pared, a no ser que sepas porque fue puesta ahí". Buenas paredes, hacen buenos vecinos, así dice el poema. Esto me hizo pensar en cómo este hombre sentado a mi lado, quien tomaba mi mano con dulzura, también levantaba paredes -muchas cosas y secretos que el guardaba para sí-  Cosas de su pequeño mundo que jamás iban a ser mi infierno. No necesitábamos saber todo lo que pasaba por nuestras mentes para saber que el amor que sentíamos el uno por el otro nos hacia buenos vecinos en la vida. Después de algunos años comprendí que estas paredes que levantamos juntos nos habían encerrado en nuestros infiernos y a la vez dejado fuera de nuestros pequeños mundos.

Puedo decir, sin temor, que este viaje nos cambió; no solo nos dejó conocernos más, sino que nos hizo vivir mil meses en uno.  A nuestro regreso, nos esperaba una noticia desgarradora, la peor noticia que un hijo puede recibir. Su mamá había muerto después de una larga e incurable enfermedad.  Fue ahí, que aprendí a ser compañera en su dolor, en sus silencios, en sus confusiones.  Hablábamos sin hablar, nos acariciábamos con la mirada y nos tomábamos de la mano. Caminamos así, en esta ausencia mucho tiempo. 

Cada vez que viajo pienso en las tres Pes,  aunque ahora ya sé, que no importa cuan preparado creas estar, nunca se puede estar preparado para todas las cosas que te puedes encontrar en un viaje -en la vida- Las alegrías y sorpresas; el dolor y la tristeza; el amor y la amabilidad; la ignorancia e irrespeto, los regalos y los robos, los finales y los principios. 


Mending Wall - Robert Frost

domingo, 11 de septiembre de 2011

Janelas en Brasil


En realidad éramos todos desconocidos, nos veíamos dos veces a la semana por dos horas, pero poco sabíamos de nuestras vidas.  Un viaje se asegura de cambiar eso.

Llegado el día, todos en el aeropuerto con nuestras maletas, pasaportes, partituras y sonrisas; así apostábamos nuestro sueño de cantar en el Brasil. Muchos coros invitados a este gran evento, ¡seguramente iba a ser una experiencia para no olvidar!

Llegamos al Perú primero, ahí nos aventuramos a tomar el transporte público para conocer Lima, las ‘combis’ llenas de gente muy cordial, pero llenas al fin, fueron un interesante medio para conocer no solo la ciudad, sino la cultura del lugar.  Siempre nos asegurábamos de estar todos ahí, pero  nunca faltaba el despistado que se quedaba tomando fotos de hasta el detalle más mínimo para luego contrastarlo con su realidad y finalmente darse cuenta que los letreros y otros objetos no eran tan diferentes a los propios.

Caminamos por el Barrio del Barranco, cruzamos sin respirar el Puente de los Suspiros, pasamos bajo muchos soñadores balcones limeños y recorrimos la ciudad en un bus sin techo. Nuestro día terminó en el aeropuerto nuevamente, aunque, no sin antes probar la deliciosa comida del lugar, la que disfrutamos hasta el cansancio.

Al día siguiente llegamos a Belo Horizonte donde el resto de nuestro grupo nos esperaba, pero esa en realidad, no era la sorpresa que nos esperaba.  El hotel era gigantesco, con muchas piscinas y jardines; contaba con habitaciones sencillas pero agradables. Ninguna de nuestras caras de asombro terminaban de comprender que nuestra estadía iba a ser en el coliseo del lugar -una sola, gran habitación para las 21 personas llegadas del Ecuador -una sola habitación?- La ‘barraca esquecida’ (vivienda olvidada) como la bautizamos, fue nuestro hogar por unos cuantos inolvidables e interesantes días.  Mi cama parecía un triste sarcófago el cual por las noches tapaba con una cobija para poder tener un poco de privacidad -fue imposible dormir sin tener pesadillas o despertarme asustada por no saber dónde estaba-  Por las noches se agudizaban los ronquidos, risas y otros extraños ruidos provenientes de las otras camas; era preferible no saber - dormí todas las noches con mis audífonos puestos y música relajante.

Hombres y mujeres del coro, así como de la otra agrupación, compartíamos el lugar y eso incluía hasta el baño. No faltó el grito de susto o la risa nerviosa al encontrarse con alguien saliendo de allí en toalla o sin ella… Bostezando hacíamos fila todas las mañanas para ducharnos; ahí averiguábamos, sin querer los ‘hábitos de limpieza’ de todos -Era mejor relajarse y tomarlo todo con buen humor-  Nos vestíamos en los baños y jugábamos voleibol en el coliseo esperando a que todos estuvieran listos para ir a desayunar. 

Alguna vez, siendo adolescente viví algo similar y fue una de las mejores experiencias de mi vida. Sin embargo esto a los treintas, ya no suena tan divertido.

Contábamos con la guía de la ciudad más ineficiente, pasaba más tiempo en su celular pidiendo instrucciones, que explicándonos algo de los paisajes o lugares que visitamos.  Visitamos muchas iglesias, plazas, hospitales y teatros en donde compartíamos con la alegre, cariñosa y generosa gente nuestro repertorio.  Cantamos en español, quichua y portugués; esto último siempre parecía tocar los corazones de la gente, quienes nos regalaban sus amplias sonrisas, cálidos abrazos y palabras de agradecimiento.  En muchas localidades nos dedicaron canciones e interminables declaraciones de cariño eterno.  ¡Qué sorprendente es la gente en Brasil!
 
Cuando éramos niños era fácil hacer amigos, solo te juntabas con los que les gustaba hacer lo mismo que tu.  Así sentí la experiencia de amistad en Brasil: cuatro sopranos que llegaron a ser inseparables durante el viaje; nos reíamos y hablábamos, hasta sin hablar. Nuestra complicidad y afinidad me recordó a la adolescencia cuando encuentras tanto de tí en tus amigas, que prometes ser mejores amigas para siempre.  Esta amistad empezó ahí y será para siempre, de seguro. Totalmente conscientes de su significado, fuimos bautizadas como 'Janelas' (ventanas) y cada una con un sobrenombre: Mama Janela, Janela Campanita, Janela Rubicunda y Janela Langarota.  Nos dimos cuenta que no solo compartíamos el gusto por la música, sino por el buen humor y un algo más que nos unió ahí sin pensar.

Después de pocos días, pero muchas quejas, finalmente fuimos a otro hotel donde teníamos una habitación para las mujeres y otra para los hombres -Ahí pude dormir noches completas sin susto-

Nos presentamos en el teatro más antiguo de las Américas en un pueblo mágico llamado Ouro Preto; la noche se nos presentó clara, con muchas estrellas y una gran luna plateada sobre nuestras cabezas.  Parecía un milagro estar ahí, rodeados de tanta historia, nuestra música y gente increíble. 

Pasamos la mitad del tiempo viajando, recorriendo carreteras, pasando por pueblos y muchos paisajes, todos acompañados de nuestro buen humor, canciones, historias y ¡hasta de baile! -a pesar del cansancio-. Tuvimos un par de días en los que pudimos conocer la ciudad, los parques, mercados, museos y almacenes.  También logramos perdernos uno de esos días, gracias a la inútil guía de nuestra guía.  

Pedíamos ayuda a policías y extraños quienes amablemente nos dejaban usar sus celulares y hasta nos extendían invitaciones al cine.  Ese fue un largo y difícil día.
A los diez días de presentaciones y agotadores viajes regresamos a Quito. Todos nos sentimos muy agradecidos por la experiencia y enriquecidos por nuevos conocimientos. Nos encontramos con mucha gente interesante y reconocimos a los propios: pudimos ver todos sus lados, claros y oscuros; los que nos gusta mostrar y los que no también.   
Después de diez días, es difícil esconderse. Todos dejamos abiertas las‘janelas’ y nos dejamos ver.

lunes, 5 de septiembre de 2011

La vida con los Flores - Heart Pieces


Supongo que hay que ser realistas en la vida... creo que nunca no voy a traducir estas memorias. Esto es algo que escribí en KMWP.  La historia de mis papis (3) fue publicada en el folleto de este año en Kennesaw. Me imagino que mi familia entenderá muchas cosas escondidas aquí y que no todo es 100% verdad: el corazón a veces recuerda cosas que tu cabeza no ha visto.
Ahora ya me gustan los aguacates, pero a los 7 no tanto...

1) Farm life – Snap shot
I am not a big fan of avocados just because we always have some many of them and quite honestly, I think my mom is running out of ideas on how to serve them anymore. Still, I am excited to go outside with my dad and pick avocados. I am wearing the same jeans, the yellow t-shirt with the "Menudo" picture on and the red sneakers I had on yesterday, but I suppose that doesn’t matter.  I am just happy to climb trees.
I love feeling the sun and the dryness of my grandma’s farm; the grey dusty mountains in the distance make me think of giant sleeping dinosaurs that are too old and too tired of the heat to even move. Chickens, pigs and other noises invade the place and my memories of that day. I can’t tell if I like all of the smells or not; all I know is that I am happy to run after dad.
I can hear the church bells ringing and someone announcing something with a megaphone, I think to myself that it’s Sunday and that I don’t want to go to church. My dad is carrying a very long stick with a metal hook at the end and I know he thinks I am not listening, but I am. He’s telling me about all these trees; what they are and how he got the seeds.  We are eating some wild berries that he picked on our way; that makes me feel so special. I won’t tell my mom I ate them without washing or that I had them before lunch!
The black dog, “Puppy” is barking at something by the fence, it doesn’t bother me, but my dad keeps calling his name and complaining of the heat; at the same time that he continues with the stories. I am just so pleased to run around under the sun with el Puppy that is now chasing the chickens. It makes me happy to laugh, climb trees and get avocados with my dad.
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2) The Flores’ House – Childhood
I never met my grandpa, I think he died of pneumonia when my dad was eight, which is why my dad had to work at very young age - I suppose being an only child didn’t work in his advantage - although this is what made him who he was. The only image I have of my grandpa is an old picture that my grandma had in her room: mustache; he wasn’t bald, but didn’t have much hair and his blue eyes seemed kind. He was wearing a tie and a suit – I don’t even know for sure that the image I have in my head, it’s really him or not.
The silver frame holding his picture appeared in our living room one day; it was on a table right next to my keyboard. I use to spend a lot of time in the living room, looking outside the window and playing my own ‘compositions’ in the keyboard; Ronchi my loyal Cocker Spaniel would sit next to me and ‘sing’. I was so grateful to have his howling as accompaniment in my masterpieces. I was in fact surprised that my mom didn’t appreciate it the same way as we both did. I was happy to have grandpa as my accompaniment too.
I didn’t attend Kindergarten that year because I didn’t like it; I would cry every day and was just miserable in class. I always run away from class to see my brother who was in the same school, crying and asking him to take me home. - I guess there’s got to be some kind of twisted plan that the universe played on me, since now, at the age of thirty four I am a Kindergarten teacher.
I had all the time in the world to explore the big house. Two story house, four bedrooms, cozy and light living room; a warm and very welcoming kitchen, a simple but stylish dining room and two gardens. Later in my life, as a teenager I could sit in the greenhouse for hours. My mom had many plants and flowers there, making it the perfect place to read or just relax looking at the arupo tree that my dad planted outside or just enjoy the stars at night. The scents and the fluffy pink flowers felt like a warm breeze in the summer. When Ronchi died I was fifteen, I liked sitting there and imagine he was with me.
Ronchi came home when I was four and he was five months old. My mom’s cousin gave it to us. I fell in love with him right away; he was small, with very long ears and a tale! - We never let our parents cut it - his fur had a nice caramel color and when the sunlight hit it, it turned red; he had curly hair and was very moody. That’s when we knew, I guess, that he belonged to this family. My brother and sisters named him “Fonzie” but I couldn’t pronounce that, and what came out of my mouth was “Ronchi”, his unofficial name- the only name that we would call him.
Grace was fourteen; a very popular and cool sister. I liked her a lot; she helped me when my brother or sister were bothering me. But sometimes, when she found out that I had been playing with her dolls, she would go crazy at me. Now that I am older, I am not sure if she got mad because I took her dolls or because she didn’t want anyone to know that she still had dolls.
My brother’s room was ‘forbidden land’, he locked the door every day and for some reason I have always felt uncomfortable with things that are banned. I don’t think of myself as a rebel but, somehow I figured out the way to open his window and go in there, I suppose curious defines me better. It was like going into a mad scientist’s lab: lots of destroyed clocks and toys lying on top of his desk; candy wrappers, wires, bolts, tools and other random things that were inside an old shoe box. He had so many cool toys and I couldn’t understand why I didn’t get them for Christmas too. The closet door had a metal name plate that said ‘Ernesto’. I was fascinated by a green car that he kept in that closet, I could open the little windows and doors; my dolls were happy to ride the green metal car in ‘forbidden land’ until noon. I knew he came back from school around that time, so I left everything as it was and jump off the window.
My sister Loli is four years older than me; we shared a room and many more things too. I remember waking up in the dark wanting to go to the bathroom but, since I was really scared by monsters and who knows what other things. I had to wake her up and ask her to go to bathroom with me. Now that I think about it, I am sure that she hated me for this, but I am grateful because she came with me anyway.
One day I was in my room playing under my sister’s dresser – it had enough space for me to go in there and my dolls too- I heard my mom calling me, but it was with the ‘you are in trouble’ voice.
“Where is Andrea” – I heard her asking the maid
I noticed she didn’t say Andreina like she always called me. I hid quietly under my sister’s dresser for a long time; until a tingly and uncomfortable feeling in my legs forced me come out. I didn’t like my mom’s unhappy frown when she asked me to come with her to see how her pristine, white wall at the entrance hall had now some colorful alien looking people and ‘Andrea Amor’ (Andrea Love) written all over. I cried while I was cleaning that wall, but that didn’t stop me from drawing and writing on the walls – My mom decided to get me a chalkboard.
I usually didn’t have to fight for my parents’ attention even though there were four of us; I was the youngest and I just knew I was entitled to all the attention. Until that day: ‘tragedy’ had arrived to the Flores’ house. The year was 1985, November seventh, at nine p.m. Of course I was sleeping, having peaceful dreams when this happened and didn’t find out until the next morning. Sitting at our desks, talking and laughing, my teacher interrupted because she wanted to make an announcement. She seemed so happy and everybody was congratulating me, I just sat still. I didn’t like this new thing; she didn’t even ask me if I was ok with this. I wasn’t.
I was eight when Fer was born, she was actually very cute and didn’t cry that much, but I had a feeling that life was going to be different at the Flores’ house. It sure was. Since that day my mom was always with her and when she wasn’t, she seemed very tired. I wasn’t sure if she paid any attention to what I had to say to her. She forgot to pack my lunch for school one day; I was really hurt and felt neglected.
I walked into my parents’ room one day and there she was, awake, playing with some toy. I looked closer in the cradle and saw those huge black eyes looking at me; tiny hands, arms, legs and feet pedaling simultaneously in the air. She smiled at me. My mom must’ve seen this.
“She likes you” she said
“Do you want to help me change her diaper?”
“Hmm, I have to go to the bathroom”, I remember saying
I felt like I had to leave the room and flee; I fell in the hallway and hit my head against the wall. I cried quietly in my room.
I taught her a song about a monkey; she smiled and copied my actions. She loved that song. She called me ‘ñaña Mona’ (monkey sister). Fer was funny; one of the first words she ever said were all bad words, four words in one long word. I thought it was genius! You can still hear that four word insult that she made up, around the Flores’ house as well as someone calling me ‘ñaña Mona’.
When Loli got married I knew I was going to be lost without her, my older sister and confident. I was secretly angry at her, but I didn’t want to show it or say anything. Now it was only Fer and me in the big Flores’ house.
Fer and I didn’t have to share a room, but some nights we would take turns sleeping in each others’ beds; laughing childishly, we could spend hours like this. My dad would come into the room really angry because it was school night and we were not sleeping – that usually only made it worse!  
She moved to Germany five years ago to go to college; I have visited her a couple times and spent time in both apartments that she has lived in; we have traveled together and enjoyed many experiences that I will always cherish. We are still very silly and laugh childishly at things that no one understands. I miss her more and more every day. We have an eight year difference, but shared nineteen great years together in the Flores’ house and, that makes a huge difference! 
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3) My Parents– The bond
I have heard many friends say that they didn’t know how their parents ended up together; that makes me wonder if we’ve all had similar questions about our parents.
I have thought about my parents and how different they were. At the age of 18 my mom met a 29 year old man who came to visit her dad for a business meeting. However, that was not the first time that my dad had seen my mom.
               “I told my friend I was going to marry your mom when I first saw her in the town’s parade” – my   dad had told us one day.
He also told us that his friend laughed endlessly in disbelief - My mom had just won the town's pageant; the prettiest girl in town.
My dad was certainly not the strong -can lift a car- kind of guy; he was a worldly, intellectual -can answer any question- kind of guy. I was in fact inspired and impressed by how much he knew about everything. However I was sometimes, afraid when I had to ask him anything, because he would bring me books and other reading materials that could clarify my simple question and easily turn it into a one week research project.
I do thank him now, for everything I learned with him.
If you opened a dictionary and found the word ‘patience’, I am sure a picture of my mom, her name, or at least her description would be there. We had a chalkboard in our room that my mom used to explain, in all possible ways, the things we didn’t understand until we got it -for me it was Math- There were some things that I never got, but she never gave up on me.
Any pain or illness was nothing compared to my mom’s magical powers. She knew every plant in the garden and their uses. Although I was happy to just have her sit next to me feeling her soft hands on my forehead and listen to her sweet voice.  The teas and concoctions that she made tasted horribly.
Doctors and medicine were all foreign and untrusting concepts for my dad.  He said he was being practical but, I know even though he never admitted it, that he was scared of doctors and blood. He fainted when he took my sister to the hospital after cutting herself climbing a fence.
The most exciting thing that we all looked forward to was the weekends. Somehow my dad’s compulsion to plan everything in advance, my mom’s sense of adventure and our endless energy made our weekends unforgettable and very busy.  Those weekends would have been so different and probably boring if GPS existed! I know I have the worst spatial orientation, I inherited that from my mom, but I would never get lost because I’d never stop looking and exploring until I found my way. I got that from my dad.
The green GMC Blazer- which later got replaced by a red GMC Blazer – was our accomplice in all our trips and adventures. My sister and I had the back of the car, all for ourselves to play, read, write or just sleep. Thanks to that, I never get motion sickness.  God blessed me with a really bad memory; I don’t think there’s a way to be remotely sane if I remembered all the songs we sang in our trips; the stories we heard or read and all the facts that my parents wanted us to remember.
We had ‘movie night’, ‘chimney night’, ‘theater night’, ‘game night’ -I suppose our nights were never meant to be boring. My parents had an old projector and silent movies that we just loved watching while eating popcorn from a red metal bowl. I remember putting plays and ‘musicals’ together with my sister and cousins to present them to everyone in our family. I suppose that’s why I like singing and being a little theatrical sometimes. I get frustrated with any board game and that is because when you are one of the youngest in a group of seven, you don’t have much of a chance to win -game night that was-  For our chimney nights I just remember the laughs and the jokes sitting on the rug in the living room. We drank hot, sweet cinnamon tea; my parents put some alcohol in theirs. We knew.
I am certain that everybody have wondered about their parents.
When I think of my parents, I don’t think of them as super heroes or a match made in heaven. I know they were not perfect and I don’t think of them as -the fairy tale kind of couple- they certainly had their bad, loud and sad days  (if I could only erase those days…)
I just know that I am surrounded by this amazing group of people that loves and supports me no matter what. 
I am so grateful to have been raised by these two incredible individuals, who were so different from each other, but learned to be together.
We are the result of this bond, their love.